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lunes, 5 de septiembre de 2011

Eran una pareja singular. Se querían mucho, tanto que se odiaban. Eso no era sano, no era amor. Discutieron, y para arreglarlo quedaron en verse esa noche, a las doce en punto en ese viejo campanario. 
Ella aún tenía la esperanza, de que el recapacitara, de que se dejaran de tonterías e intentaran quererse como se supone, debe quererse la gente... Llegó la hora. Todo el mundo le había dicho que no perdiera el tiempo, que no fuera, pues él era como era y nada le haría cambiar.
Ella hizo oídos sordos. Mientras subía sola las escaleras, pensaba en cómo sería bajarlas con él de su mano. 
Y al fin, llegó a la cima. Cima en la que no había nadie. 
Todas sus ilusiones y esperanzas se derrumbaron. No quiso esperar, y se marchó corriendo, llorando. 
A las doce y cinco él estaba allí, esperándola. 
Ella jamás lo supo. 
El destino es caprichoso, y le gusta hacernos sufrir. Ellos siguieron con su vida, pero por casualidades de la vida, no pudieron vivir como querían.




2 comentarios:

  1. Buenas:) Me gusta mucho tu blog:) Te sigo vaa? (:
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    Espero tu respuesta<3
    MUAKK :)

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  2. Muuuchas gracias, me pasoo ahora ! :)

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